jueves, 27 de enero de 2011

Empeño de Vida

FAMILIA DEL PADRE OTTORINO

enero 2011

Empeño de Vida

Inicia nuestro camino de los Empeños de Vida de 2011, en el que acompañados por el padre Ottorino, nos proponemos vivir “con Cristo en la familia”. Los textos son todos extractados de la primera carta de Juan, que según el parecer de muchos intérpretes de la Biblia alcanza la cumbre de la revelación de Dios, definiéndolo como Amor. “Dios es amor”, dice Juan (4,8 y 16), y nos lo ha demostrado dando a su Hijo por nosotros. Y agrega: “Queridísimos, si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros”.
Si nos esforzamos por poner en práctica la Palabra de Dios, a través de la cual nos comunica aquello que Él es, o sea Amor, también nosotros seremos conducidos de la mano por Dios a amar, haciendo la experiencia de que no lo lograremos nunca solos y que para vivir este amor necesitamos la ayuda de Dios y también la de los hermanos. La comunicación que hacemos en el encuentro del Empeño de Vida tiene el objetivo de ayudarnos a dar y a recibir amor.
El Padre Venanzio y el Consejo escriben en la “carta a la Familia del padre Ottorino” de este año: “El Empeño de Vida es el instrumento de gracia que el Señor nos ha donado para conservar el sello de la caridad, para sostenernos y estimularnos mutuamente en la radicalidad del vivir comunitario y para poder ser familia según el deseo de Dios”.
Como siempre, nos auguramos recíprocamente un ¡provechoso Empeño de Vida!
El padre Ottorino era una de estas personas. Pablo en su carta puede decir con profunda humildad: “Háganse mis imitadores, hermanos, y miren a aquellos que se comportan según el ejemplo que tienen en nosotros” (Fil 3,17.
También nosotros queremos imitar a Pablo y al padre Ottorino en vivir “alegres en el Señor” para “suscitar un incendio de alegría”.
A conclusión de los Empeños de Vida de este año, en que hemos tratado de poner en práctica la Palabra que nos invitaba a vivir la kenosis de Cristo, sentimos que ella está profundamente unida a la alegría, no la que da el mundo, sino la que da Cristo.


Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.”
(1 Jn 1,3)



Juan comienza su carta dando testimonio de cómo las primeras comunidades cristianas hicieron la experiencia de Jesús, el “Verbo de la vida”. Es la experiencia de una Palabra (verbo) hecha carne, como él dice en su Evangelio (cfr. Jn 1,14): una palabra oída con los propios oídos, vista con los propios ojos, tocada con las propias manos, que penetra en profundidad la vida de los creyentes en Jesús hasta las fibras íntimas de su alma y de su cuerpo. Tal experiencia de Jesucristo se vuelve comunión en el Espíritu con el Padre y es tan fuerte e intensa que hace sentir una insoslayable necesidad de comunicarla a otros para que la alegría sea completa.
Podemos leer por entero los primeros tres versículos de la primera carta de Juan (1,1-3), pero en este Empeño de Vida queremos detenernos en las siguientes palabras, para traducirlas en vida para nosotros: “nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo”. Con ellas Juan expresa la certeza de que la comunión de la que gozan las comunidades viene de la presencia de Jesús y a través de él del Padre y se realiza en el Espíritu Santo – aunque aquí no se nombra al Espíritu –, o sea en aquel particular clima espiritual del que el Espíritu es
animador. Es una comunión que hace entrar desde esta tierra en el amor trinitario.
Una pregunta nos puede ayudar a vivir en lo concreto el Empeño de Vida de este mes: “la experiencia de comunión descrita por Juan ¿es exclusiva de las primeras comunidades que han visto, oído y tocado al Señor o han recibido este testimonio directamente de los primeros discípulos del Señor, o bien es una posibilidad también para nosotros, hoy?”. Para responder y a la vez para adherir con entusiasmo a la práctica de este Empeño de Vida, podemos ponernos a la escucha de nuestro mundo interior, buscando descifrar en la historia personal las etapas que la caracterizan en la relación con el Señor Jesús y por tanto con el Padre en la experiencia del Espíritu.
Miremos aquello que ya hemos experimentado del amor trinitario en algún momento de nuestra vida, en el ámbito de nuestra familia o de nuestra comunidad. Pueden ser pequeñas experiencias, pero si descubrimos el gusto y la belleza nos serán de aliento para aceptar la invitación que el padre Ottorino nos hace (ver texto a parte) de volvernos unos “pequeños Jesús” y después “unidos juntos” con “Jesús en medio” a dar un testimonio del cristianismo, para que “el mundo, viendo nuestra caridad, nuestro cristianismo vivido, pueda creer”.

¿Cómo vivir, entonces, la Palabra del Empeño de Vida de este mes?


Durante el mes dedicamos tiempos específicos para mirar con ojos nuevos aquello que en nuestra vida hemos experimentado o experimentamos como comunión con Dios Trinidad.


LA PALABRA DEL PADRE OTTORINO


La Caridad: Emanación del Amor de Dios
El amor de Cristo nos ha llamado para que pudiéramos vivir el Evangelio, volvernos unos pequeños Jesús, o sea asemejarnos a Jesús en todos los modos y en todas las formas y después, unidos juntos, dar un testimonio del cristianismo, para que el mundo, viendo nuestra caridad, nuestro cristianismo vivido, pueda creer. Cada uno debe llevar a Jesús y -cuando somos dos o tres reunidos juntos- cada uno debe tener a Jesús y entonces tenemos a Jesús en medio. (cfr Mt 18,20) (padre Ottorino, M89,2-3 del 9 agosto 1966)
Amigos míos, la caridad debe nacer de mi amor para con él y debe ser una emanación del amor de Dios. Entonces es caridad, entonces estamos seguros de que los hombres ven a Dios cuando ven al hombre de Dios. Para alcanzar esta caridad, o sea para revestirnos de esta vestidura, que es necesaria, nosotros debemos alcanzar una verdadera unión con Dios.
(padre Ottorino, M256, 2 del 14 enero 1969)

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