lunes, 1 de marzo de 2010

EMPEÑO DE VIDA




AMIGOS EN LA DIACONIA
MARZO 2010

“Nada hagan por rivalidad o vanagloria, sino que cada uno de ustedes, con toda humildad, considere a los demás superiores a sí mismo”
(Fil 2, 3)




Pablo ciertamente se siente consolado y confortado por los frutos que ha visto madurar en la comunidad de Filipos, como la comunión de espíritu, los sentimientos de amor y de compasión, pero quiere indicar a sus hermanos un ideal todavía más alto que haría plena su alegría. Los sueña unánimes y concordes en el mismo sentir y en el mismo amor. Sin embargo bien consciente de lo que se mueve en el corazón de cada uno y de cada comunidad, los alerta contra algunos obstáculos y les indica un modo para evitarlos: “Nada hagan por rivalidad o vanagloria, sino que cada uno de ustedes, con toda humildad, considere a los demás superiores a sí mismo”. Es ésta la Palabra que queremos vivir en este mes de marzo.
El sueño de comunidades cristianas “unánimes y concordes”, que se renueva en la Iglesia de todos los tiempos a través de los carismas de muchos varones y mujeres de Dios y que hemos experimentado y seguimos experimentando también nosotros a través del padre Ottorino, parece quebrarse inevitablemente contra las rocas de lo que Pablo define como “rivalidad” y “vanagloria”. Cada día hacemos la experiencia de la fragilidad y de la debilidad en nuestras relaciones, en que vivimos conflictos y divisiones a nivel de familia, de comunidad, de grupo. En estos casos nos viene espontáneo derivar sobre los demás la responsabilidad de lo que sucede y tendemos a rebelarnos o a encerrarnos en uno mismo, sintiéndonos a menudo víctimas. Pablo - y con él también padre Ottorino – nos indica hacer una total inversión de marcha. Nos indica la opción de ponernos en cuestión a nosotros mismos, considerando “con toda humildad a los demás como superiores a nosotros mismos”, no para no ser objetivos, sino para colocarnos en el lugar justo para acceder a la verdadera objetividad acerca de uno y de los otros, que parte siempre de un acto de humildad, o sea de kenosis de sí (anonadamiento, despojo, vaciamiento).
El padre Ottorino dice a sus religiosos que en las relaciones con los propios cohermanos de comunidad se deben sentir indignos de vivir con ellos, aunque serán esos mismos cohermanos quienes tendrán necesidad de ser ayudados, sustituidos, discúlpalos, estimados y de ser necesario también fraternalmente corregidos (ver texto a parte). Será el único modo para quitar del medio los obstáculos de la rivalidad y de la vanagloria y para abrirnos a amar como ama Jesús.



¿Cómo vivir, entonces, la Palabra del Empeño de Vida de este mes?




Ejercitarnos en la experiencia de ponernos en cuestión a nosotros mismos, mirando con humildad a los demás como superiores a nosotros en las inevitables ocasiones de conflicto.


LA PALABRA DEL PADRE OTTORINO

Pensar y hablar siempre bien de los hermanos. En la escuela de Jesús y de María trata de adquirir la sencillez de un niño, con un corazón encendido de ardiente caridad hacia Dios y hacia los hermanos.
Los primeros hermanos hacia los cuales debes manifestar a Dios presente en ti, son los hermanos de la comunidad donde vives. Piensa y habla siempre bien de ellos, justifica sus intenciones, ámalos como una madre ama a su hijo. Ayúdalos, sustitúyelos, excúsalos, estímalos y júzgate indigno de vivir entre ellos consagrados. Trata de sentir la presencia de Dios en tus cohermanos y de escuchar aquello que Dios te quiere decir a través de su palabra y su ejemplo. Estarás listo para hablar de Cristo sólo cuando seas uno con Cristo y con tus hermanos. Si no existe esta unidad, no salgas a hablar mal de Cristo.
(Padre Ottorino)

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