martes, 2 de febrero de 2010

Familia del Padre Ottorino

AMIGOS En la DIACONÍA
Guatemala
Empeño de vida febrero 2010


“A ustedes les ha sido concedida la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él” (Fil 1, 29)


Pablo siente con relación a los cristianos de Filipos una paternidad espiritual. En efecto los ha engendrado a la vida de Cristo y ahora se preocupa que permanezcan firmes en un solo espíritu y estén listos para combatir unidos por la fe del Evangelio, sin dejarse atemorizar por nada. Los impulsa a comportarse de modo digno del Evangelio de Cristo. Teniendo a Cristo, ya lo tienen todo para sostener la misma lucha que debe sostener Pablo. Les escribe: “A ustedes les ha sido concedida la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él”. Ésta será la Palabra de nuestro Empeño de Vida de este mes de febrero.
Pablo hace un empalme fundamental entre “creer en Cristo” y “sufrir por Él”. Como diciendo que no puede haber fe verdadera en Cristo, si no penetra en las fibras más íntimas de nuestra alma y de nuestro cuerpo hasta padecer por ella. Su anonadamiento por amor (kenosis) debe volverse también el nuestro. El compromiso de amar a Cristo y de vivir su misma vida debe alcanzar la parte más profunda de uno, sintiéndonos llamados por amor a Él a hacer unas elecciones precisas con los cortes y las renuncias consecuentes. La gracia de creer en Cristo es un don demasiado grande para que sea a bajo costo.
Nosotros, hijos del Padre Ottorino, que seguimos alimentándonos de sus palabras, estamos acostumbrados a su insistencia en la necesidad de sufrir de parte de quien ha elegido seguir a Cristo. Sus palabras a menudo pueden parecernos duras por demás, si no conociéramos su natural optimismo y su alegría de vivir. Pero siempre más nos damos cuenta de que es la “pista” justa, para poder emprender el vuelo. (ver texto a parte). Sus palabras son gracia de renovación para nosotros sobre todo en este particular momento histórico que estamos viviendo. El Padre Ottorino nos indica el camino de lo cotidiano, como lugar de “creer en Cristo sufriendo por Él”. Debemos saber ver con claridad esos “signos de cruz” necesarios para nuestra pista. Hay que verlos en nuestro ser y actuar personal, en el modo de vincularnos con los demás, sobre todo en nuestras relaciones en comunidad, en nuestra disponibilidad de buscar la voluntad de Dios, en vivir la pobreza, la castidad, la obediencia, cada uno según la propia condición de vida.

¿Cómo vivir, entonces, la Palabra del Empeño de Vida de este mes?

Estar atentos, en las variadas circunstancias de nuestro vivir cotidiano, si somos fieles a nuestro creer en Cristo al punto de saber también sufrir por Él.


Llamados a ser crucificados
Nosotros estamos llamados a ser crucificados como Jesús. En la meditación de la pasión del Señor debo considerar lo que hizo, pero también debo aprender a aceptar yo mismo el sufrimiento como lo ha aceptado Él: “Padre, si es posible, ¡pase esta cruz!”. Pero debo siempre concluir mi oración como Él. ¿Tengo un dolor? ¿Tengo algo que me pesa? “Padre, si es posible pase, pero hágase tu voluntad”. Debo aprender del Señor a seguir mi vía dolorosa día a día, hora por hora, porque un camino que no sea doloroso no es una pista justa. Cuando un cristiano corre en un camino que no lleve los signos de la cruz, es como un avión que corre en el campo y no sobre una pista: no puede levantarse. Un cristiano que quiera realmente realizar el plan de Dios, debe correr necesariamente sobre una pista señalada por el sufrimiento.
(Don Ottorino)

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