FAMILIA DEL PADRE OTTORINO
enero 2011
Empeño de Vida
Inicia nuestro camino de los Empeños de Vida de 2011, en el que acompañados por el padre Ottorino, nos proponemos vivir “con Cristo en la familia”. Los textos son todos extractados de la primera carta de Juan, que según el parecer de muchos intérpretes de la Biblia alcanza la cumbre de la revelación de Dios, definiéndolo como Amor. “Dios es amor”, dice Juan (4,8 y 16), y nos lo ha demostrado dando a su Hijo por nosotros. Y agrega: “Queridísimos, si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros”.
Si nos esforzamos por poner en práctica la Palabra de Dios, a través de la cual nos comunica aquello que Él es, o sea Amor, también nosotros seremos conducidos de la mano por Dios a amar, haciendo la experiencia de que no lo lograremos nunca solos y que para vivir este amor necesitamos la ayuda de Dios y también la de los hermanos. La comunicación que hacemos en el encuentro del Empeño de Vida tiene el objetivo de ayudarnos a dar y a recibir amor.
El Padre Venanzio y el Consejo escriben en la “carta a la Familia del padre Ottorino” de este año: “El Empeño de Vida es el instrumento de gracia que el Señor nos ha donado para conservar el sello de la caridad, para sostenernos y estimularnos mutuamente en la radicalidad del vivir comunitario y para poder ser familia según el deseo de Dios”.
Como siempre, nos auguramos recíprocamente un ¡provechoso Empeño de Vida!
El padre Ottorino era una de estas personas. Pablo en su carta puede decir con profunda humildad: “Háganse mis imitadores, hermanos, y miren a aquellos que se comportan según el ejemplo que tienen en nosotros” (Fil 3,17.
También nosotros queremos imitar a Pablo y al padre Ottorino en vivir “alegres en el Señor” para “suscitar un incendio de alegría”.
A conclusión de los Empeños de Vida de este año, en que hemos tratado de poner en práctica la Palabra que nos invitaba a vivir la kenosis de Cristo, sentimos que ella está profundamente unida a la alegría, no la que da el mundo, sino la que da Cristo.
“Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.”
(1 Jn 1,3)
Juan comienza su carta dando testimonio de cómo las primeras comunidades cristianas hicieron la experiencia de Jesús, el “Verbo de la vida”. Es la experiencia de una Palabra (verbo) hecha carne, como él dice en su Evangelio (cfr. Jn 1,14): una palabra oída con los propios oídos, vista con los propios ojos, tocada con las propias manos, que penetra en profundidad la vida de los creyentes en Jesús hasta las fibras íntimas de su alma y de su cuerpo. Tal experiencia de Jesucristo se vuelve comunión en el Espíritu con el Padre y es tan fuerte e intensa que hace sentir una insoslayable necesidad de comunicarla a otros para que la alegría sea completa.
Podemos leer por entero los primeros tres versículos de la primera carta de Juan (1,1-3), pero en este Empeño de Vida queremos detenernos en las siguientes palabras, para traducirlas en vida para nosotros: “nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo”. Con ellas Juan expresa la certeza de que la comunión de la que gozan las comunidades viene de la presencia de Jesús y a través de él del Padre y se realiza en el Espíritu Santo – aunque aquí no se nombra al Espíritu –, o sea en aquel particular clima espiritual del que el Espíritu es
animador. Es una comunión que hace entrar desde esta tierra en el amor trinitario.
Una pregunta nos puede ayudar a vivir en lo concreto el Empeño de Vida de este mes: “la experiencia de comunión descrita por Juan ¿es exclusiva de las primeras comunidades que han visto, oído y tocado al Señor o han recibido este testimonio directamente de los primeros discípulos del Señor, o bien es una posibilidad también para nosotros, hoy?”. Para responder y a la vez para adherir con entusiasmo a la práctica de este Empeño de Vida, podemos ponernos a la escucha de nuestro mundo interior, buscando descifrar en la historia personal las etapas que la caracterizan en la relación con el Señor Jesús y por tanto con el Padre en la experiencia del Espíritu.
Miremos aquello que ya hemos experimentado del amor trinitario en algún momento de nuestra vida, en el ámbito de nuestra familia o de nuestra comunidad. Pueden ser pequeñas experiencias, pero si descubrimos el gusto y la belleza nos serán de aliento para aceptar la invitación que el padre Ottorino nos hace (ver texto a parte) de volvernos unos “pequeños Jesús” y después “unidos juntos” con “Jesús en medio” a dar un testimonio del cristianismo, para que “el mundo, viendo nuestra caridad, nuestro cristianismo vivido, pueda creer”.
¿Cómo vivir, entonces, la Palabra del Empeño de Vida de este mes?
Durante el mes dedicamos tiempos específicos para mirar con ojos nuevos aquello que en nuestra vida hemos experimentado o experimentamos como comunión con Dios Trinidad.
LA PALABRA DEL PADRE OTTORINO
La Caridad: Emanación del Amor de Dios
El amor de Cristo nos ha llamado para que pudiéramos vivir el Evangelio, volvernos unos pequeños Jesús, o sea asemejarnos a Jesús en todos los modos y en todas las formas y después, unidos juntos, dar un testimonio del cristianismo, para que el mundo, viendo nuestra caridad, nuestro cristianismo vivido, pueda creer. Cada uno debe llevar a Jesús y -cuando somos dos o tres reunidos juntos- cada uno debe tener a Jesús y entonces tenemos a Jesús en medio. (cfr Mt 18,20) (padre Ottorino, M89,2-3 del 9 agosto 1966)
Amigos míos, la caridad debe nacer de mi amor para con él y debe ser una emanación del amor de Dios. Entonces es caridad, entonces estamos seguros de que los hombres ven a Dios cuando ven al hombre de Dios. Para alcanzar esta caridad, o sea para revestirnos de esta vestidura, que es necesaria, nosotros debemos alcanzar una verdadera unión con Dios.
(padre Ottorino, M256, 2 del 14 enero 1969)
MI EXPERIENCIA CON JESÚS SACERDOTE SIERVO
Una congregación religiosa que quiere imitar a Jesús en su servicio, en su amor... en su DIAKONÍA...
jueves, 27 de enero de 2011
lunes, 1 de marzo de 2010
EMPEÑO DE VIDA
AMIGOS EN LA DIACONIA
MARZO 2010
“Nada hagan por rivalidad o vanagloria, sino que cada uno de ustedes, con toda humildad, considere a los demás superiores a sí mismo”
(Fil 2, 3)
Pablo ciertamente se siente consolado y confortado por los frutos que ha visto madurar en la comunidad de Filipos, como la comunión de espíritu, los sentimientos de amor y de compasión, pero quiere indicar a sus hermanos un ideal todavía más alto que haría plena su alegría. Los sueña unánimes y concordes en el mismo sentir y en el mismo amor. Sin embargo bien consciente de lo que se mueve en el corazón de cada uno y de cada comunidad, los alerta contra algunos obstáculos y les indica un modo para evitarlos: “Nada hagan por rivalidad o vanagloria, sino que cada uno de ustedes, con toda humildad, considere a los demás superiores a sí mismo”. Es ésta la Palabra que queremos vivir en este mes de marzo.
El sueño de comunidades cristianas “unánimes y concordes”, que se renueva en la Iglesia de todos los tiempos a través de los carismas de muchos varones y mujeres de Dios y que hemos experimentado y seguimos experimentando también nosotros a través del padre Ottorino, parece quebrarse inevitablemente contra las rocas de lo que Pablo define como “rivalidad” y “vanagloria”. Cada día hacemos la experiencia de la fragilidad y de la debilidad en nuestras relaciones, en que vivimos conflictos y divisiones a nivel de familia, de comunidad, de grupo. En estos casos nos viene espontáneo derivar sobre los demás la responsabilidad de lo que sucede y tendemos a rebelarnos o a encerrarnos en uno mismo, sintiéndonos a menudo víctimas. Pablo - y con él también padre Ottorino – nos indica hacer una total inversión de marcha. Nos indica la opción de ponernos en cuestión a nosotros mismos, considerando “con toda humildad a los demás como superiores a nosotros mismos”, no para no ser objetivos, sino para colocarnos en el lugar justo para acceder a la verdadera objetividad acerca de uno y de los otros, que parte siempre de un acto de humildad, o sea de kenosis de sí (anonadamiento, despojo, vaciamiento).
El padre Ottorino dice a sus religiosos que en las relaciones con los propios cohermanos de comunidad se deben sentir indignos de vivir con ellos, aunque serán esos mismos cohermanos quienes tendrán necesidad de ser ayudados, sustituidos, discúlpalos, estimados y de ser necesario también fraternalmente corregidos (ver texto a parte). Será el único modo para quitar del medio los obstáculos de la rivalidad y de la vanagloria y para abrirnos a amar como ama Jesús.
¿Cómo vivir, entonces, la Palabra del Empeño de Vida de este mes?
Ejercitarnos en la experiencia de ponernos en cuestión a nosotros mismos, mirando con humildad a los demás como superiores a nosotros en las inevitables ocasiones de conflicto.
LA PALABRA DEL PADRE OTTORINO
Pensar y hablar siempre bien de los hermanos. En la escuela de Jesús y de María trata de adquirir la sencillez de un niño, con un corazón encendido de ardiente caridad hacia Dios y hacia los hermanos.
Los primeros hermanos hacia los cuales debes manifestar a Dios presente en ti, son los hermanos de la comunidad donde vives. Piensa y habla siempre bien de ellos, justifica sus intenciones, ámalos como una madre ama a su hijo. Ayúdalos, sustitúyelos, excúsalos, estímalos y júzgate indigno de vivir entre ellos consagrados. Trata de sentir la presencia de Dios en tus cohermanos y de escuchar aquello que Dios te quiere decir a través de su palabra y su ejemplo. Estarás listo para hablar de Cristo sólo cuando seas uno con Cristo y con tus hermanos. Si no existe esta unidad, no salgas a hablar mal de Cristo.
(Padre Ottorino)
martes, 2 de febrero de 2010
Familia del Padre Ottorino
AMIGOS En la DIACONÍA
Guatemala
Empeño de vida febrero 2010
“A ustedes les ha sido concedida la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él” (Fil 1, 29)
Pablo siente con relación a los cristianos de Filipos una paternidad espiritual. En efecto los ha engendrado a la vida de Cristo y ahora se preocupa que permanezcan firmes en un solo espíritu y estén listos para combatir unidos por la fe del Evangelio, sin dejarse atemorizar por nada. Los impulsa a comportarse de modo digno del Evangelio de Cristo. Teniendo a Cristo, ya lo tienen todo para sostener la misma lucha que debe sostener Pablo. Les escribe: “A ustedes les ha sido concedida la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él”. Ésta será la Palabra de nuestro Empeño de Vida de este mes de febrero.
Pablo hace un empalme fundamental entre “creer en Cristo” y “sufrir por Él”. Como diciendo que no puede haber fe verdadera en Cristo, si no penetra en las fibras más íntimas de nuestra alma y de nuestro cuerpo hasta padecer por ella. Su anonadamiento por amor (kenosis) debe volverse también el nuestro. El compromiso de amar a Cristo y de vivir su misma vida debe alcanzar la parte más profunda de uno, sintiéndonos llamados por amor a Él a hacer unas elecciones precisas con los cortes y las renuncias consecuentes. La gracia de creer en Cristo es un don demasiado grande para que sea a bajo costo.
Nosotros, hijos del Padre Ottorino, que seguimos alimentándonos de sus palabras, estamos acostumbrados a su insistencia en la necesidad de sufrir de parte de quien ha elegido seguir a Cristo. Sus palabras a menudo pueden parecernos duras por demás, si no conociéramos su natural optimismo y su alegría de vivir. Pero siempre más nos damos cuenta de que es la “pista” justa, para poder emprender el vuelo. (ver texto a parte). Sus palabras son gracia de renovación para nosotros sobre todo en este particular momento histórico que estamos viviendo. El Padre Ottorino nos indica el camino de lo cotidiano, como lugar de “creer en Cristo sufriendo por Él”. Debemos saber ver con claridad esos “signos de cruz” necesarios para nuestra pista. Hay que verlos en nuestro ser y actuar personal, en el modo de vincularnos con los demás, sobre todo en nuestras relaciones en comunidad, en nuestra disponibilidad de buscar la voluntad de Dios, en vivir la pobreza, la castidad, la obediencia, cada uno según la propia condición de vida.
¿Cómo vivir, entonces, la Palabra del Empeño de Vida de este mes?
Estar atentos, en las variadas circunstancias de nuestro vivir cotidiano, si somos fieles a nuestro creer en Cristo al punto de saber también sufrir por Él.
Llamados a ser crucificados
Nosotros estamos llamados a ser crucificados como Jesús. En la meditación de la pasión del Señor debo considerar lo que hizo, pero también debo aprender a aceptar yo mismo el sufrimiento como lo ha aceptado Él: “Padre, si es posible, ¡pase esta cruz!”. Pero debo siempre concluir mi oración como Él. ¿Tengo un dolor? ¿Tengo algo que me pesa? “Padre, si es posible pase, pero hágase tu voluntad”. Debo aprender del Señor a seguir mi vía dolorosa día a día, hora por hora, porque un camino que no sea doloroso no es una pista justa. Cuando un cristiano corre en un camino que no lleve los signos de la cruz, es como un avión que corre en el campo y no sobre una pista: no puede levantarse. Un cristiano que quiera realmente realizar el plan de Dios, debe correr necesariamente sobre una pista señalada por el sufrimiento.
(Don Ottorino)
Guatemala
Empeño de vida febrero 2010
“A ustedes les ha sido concedida la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él” (Fil 1, 29)
Pablo siente con relación a los cristianos de Filipos una paternidad espiritual. En efecto los ha engendrado a la vida de Cristo y ahora se preocupa que permanezcan firmes en un solo espíritu y estén listos para combatir unidos por la fe del Evangelio, sin dejarse atemorizar por nada. Los impulsa a comportarse de modo digno del Evangelio de Cristo. Teniendo a Cristo, ya lo tienen todo para sostener la misma lucha que debe sostener Pablo. Les escribe: “A ustedes les ha sido concedida la gracia no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él”. Ésta será la Palabra de nuestro Empeño de Vida de este mes de febrero.
Pablo hace un empalme fundamental entre “creer en Cristo” y “sufrir por Él”. Como diciendo que no puede haber fe verdadera en Cristo, si no penetra en las fibras más íntimas de nuestra alma y de nuestro cuerpo hasta padecer por ella. Su anonadamiento por amor (kenosis) debe volverse también el nuestro. El compromiso de amar a Cristo y de vivir su misma vida debe alcanzar la parte más profunda de uno, sintiéndonos llamados por amor a Él a hacer unas elecciones precisas con los cortes y las renuncias consecuentes. La gracia de creer en Cristo es un don demasiado grande para que sea a bajo costo.
Nosotros, hijos del Padre Ottorino, que seguimos alimentándonos de sus palabras, estamos acostumbrados a su insistencia en la necesidad de sufrir de parte de quien ha elegido seguir a Cristo. Sus palabras a menudo pueden parecernos duras por demás, si no conociéramos su natural optimismo y su alegría de vivir. Pero siempre más nos damos cuenta de que es la “pista” justa, para poder emprender el vuelo. (ver texto a parte). Sus palabras son gracia de renovación para nosotros sobre todo en este particular momento histórico que estamos viviendo. El Padre Ottorino nos indica el camino de lo cotidiano, como lugar de “creer en Cristo sufriendo por Él”. Debemos saber ver con claridad esos “signos de cruz” necesarios para nuestra pista. Hay que verlos en nuestro ser y actuar personal, en el modo de vincularnos con los demás, sobre todo en nuestras relaciones en comunidad, en nuestra disponibilidad de buscar la voluntad de Dios, en vivir la pobreza, la castidad, la obediencia, cada uno según la propia condición de vida.
¿Cómo vivir, entonces, la Palabra del Empeño de Vida de este mes?
Estar atentos, en las variadas circunstancias de nuestro vivir cotidiano, si somos fieles a nuestro creer en Cristo al punto de saber también sufrir por Él.
Llamados a ser crucificados
Nosotros estamos llamados a ser crucificados como Jesús. En la meditación de la pasión del Señor debo considerar lo que hizo, pero también debo aprender a aceptar yo mismo el sufrimiento como lo ha aceptado Él: “Padre, si es posible, ¡pase esta cruz!”. Pero debo siempre concluir mi oración como Él. ¿Tengo un dolor? ¿Tengo algo que me pesa? “Padre, si es posible pase, pero hágase tu voluntad”. Debo aprender del Señor a seguir mi vía dolorosa día a día, hora por hora, porque un camino que no sea doloroso no es una pista justa. Cuando un cristiano corre en un camino que no lleve los signos de la cruz, es como un avión que corre en el campo y no sobre una pista: no puede levantarse. Un cristiano que quiera realmente realizar el plan de Dios, debe correr necesariamente sobre una pista señalada por el sufrimiento.
(Don Ottorino)
miércoles, 8 de julio de 2009
El Papa nos recuerda que la caridad
es "la vía maestra de la Doctrina Social de la Iglesia"
Diác. Albino Mauro, P.s.s.g.
Referente Nacional del CIDAL en Guatemala
albino_mauro@yahoo.it
En la introducción al Compendio de la doctrina social de la Iglesia, en el parágrafo 11 refiriéndose a los destinatarios donde se habla de Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Formadores, y Fieles laicos; se olvidaron los diáconos “ministros de la Caridad”; espero que no sea de propósito.
Hablando con el Señor Cardenal Martino, Presidente del Consejo “Justicia y Paz” cuando llegó a Guatemala a presentar el Compendio, un diácono permanente le expresó esta falta de atención. Él dándose cuenta admitió la ausencia y expresó que en el futuro los diáconos podrían ser tomados seriamente en cuenta en estos asuntos.
En realidad el Purpurado se había lamentado también de la poca respuesta y acogida del documento en América Latina, precisamente… (esto lo pienso yo…) por la falta de un ministerio específico que lo pueda vivir, encarnar y ser respuesta de la Iglesia en este momento.
Precisamente es esto lo que quiero expresar, leyendo también la última Encíclica papal: “Caritas in veritate” que los diáconos permanentes al contrario deberían ser especializados en estos tipos de temas y problemas.
El Papa Benedicto igualmente dice y repite que es tarea de la Iglesia hacer del mundo una “gran familia”. Esto a mi manera de ver, en otro punto donde los diáconos casados pueden dar un gran aporte a esta tarea por toda su experiencia y también toda la gracia del sacramento del matrimonio recibido al servicio de los demás.
Cuantas veces hemos percibido la Iglesia como una organización e institución y no como cuerpo / familia y por ende, los que más perciben esto son aquellos que viven en primera persona lo que ellos son, precisamente los diáconos permanentes.
Ojala, nuestros Obispos tomando en cuenta estos asuntos (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia / Caritas in veritate) que también los diáconos permanentes debidamente preparados puedan ayudarlos como colaboradores, en este necesario y urgente diálogo con el mundo, que estos dos documentos requieren.
es "la vía maestra de la Doctrina Social de la Iglesia"
Diác. Albino Mauro, P.s.s.g.
Referente Nacional del CIDAL en Guatemala
albino_mauro@yahoo.it
En la introducción al Compendio de la doctrina social de la Iglesia, en el parágrafo 11 refiriéndose a los destinatarios donde se habla de Obispos, Sacerdotes, Religiosos, Formadores, y Fieles laicos; se olvidaron los diáconos “ministros de la Caridad”; espero que no sea de propósito.
Hablando con el Señor Cardenal Martino, Presidente del Consejo “Justicia y Paz” cuando llegó a Guatemala a presentar el Compendio, un diácono permanente le expresó esta falta de atención. Él dándose cuenta admitió la ausencia y expresó que en el futuro los diáconos podrían ser tomados seriamente en cuenta en estos asuntos.
En realidad el Purpurado se había lamentado también de la poca respuesta y acogida del documento en América Latina, precisamente… (esto lo pienso yo…) por la falta de un ministerio específico que lo pueda vivir, encarnar y ser respuesta de la Iglesia en este momento.
Precisamente es esto lo que quiero expresar, leyendo también la última Encíclica papal: “Caritas in veritate” que los diáconos permanentes al contrario deberían ser especializados en estos tipos de temas y problemas.
El Papa Benedicto igualmente dice y repite que es tarea de la Iglesia hacer del mundo una “gran familia”. Esto a mi manera de ver, en otro punto donde los diáconos casados pueden dar un gran aporte a esta tarea por toda su experiencia y también toda la gracia del sacramento del matrimonio recibido al servicio de los demás.
Cuantas veces hemos percibido la Iglesia como una organización e institución y no como cuerpo / familia y por ende, los que más perciben esto son aquellos que viven en primera persona lo que ellos son, precisamente los diáconos permanentes.
Ojala, nuestros Obispos tomando en cuenta estos asuntos (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia / Caritas in veritate) que también los diáconos permanentes debidamente preparados puedan ayudarlos como colaboradores, en este necesario y urgente diálogo con el mundo, que estos dos documentos requieren.
sábado, 4 de julio de 2009
COMENZO’ EL CAPITULO GENERAL
La espera trepidante de los meses que pasaron ha llegado a su cumplimiento: bajp
la interceciòn de los santos Pedro y Pablo, quienes nos hacen volver con el espìritu
a la vivacidad de las primeras comunidades cristianas, ha empezado en Vicenza, el
domingo 28 de junio, el octavo capìtulo general de nuestra congregaciòn religiosa,
enriquecido por la presencia y la contribuciòn de las Hermanas en la Diaconìa y de
los Amigos de p. Ottorino, para incarnar juntos el rostro nuevo de la Familia de p.
Ottorino. Hemos llegado en los dìas pasados a la Casa Madre, donde los brazos
abiertos de la Virgen Inmaculada y el cuidado de los hermanos nos han acogido en
el calor hùmedo de este comienzo de verano. Primera cita: la celebraciòn
eucarìstica de apertura, presidida por p. Luis: hemos dado gracias a Dios por los 12
anos en los cuales èl nos ha acompanado como superior general. P. Luis, en medio
de los varios signos presentados por los representantes de las diferentes
delegaciones reunidos en estos dìas, nos ha invitado a volver, por medio de Maria,
en una profunda adesiòn a Cristo quien es fuente y motivaciòn de nuestra entrega a
los hermanos, cada quien con su especìfica vocaciòn. La santa Misa del domingo
por la noche, embellecida por los cantos del coro històrico de Laghetto “P.
Ottorino”, ha dado inicio a la asamblea capitular.
Luego esta manana hemos subido al santuario de Monte Berico, muy querido por
el p. Ottorino, asì como nos ha recordado p. Matteo quien ha presidido la
Eucaristìa. Asì pudimos tambièn manifestar nuestra cercanìa a la diòcesis de
Vicenza, que encuentra en la Virgen de Monte Berico su protectora tan querida e invocada. Despuès de la celebraciòn, los religiosos se han reunido para dedicar tiempo a la organizaciòn de los trabajos capitulares para las semanas que vienen. De lo contrario, los Amigos, guiados por las Hermanas en la Diaconìa, han podido visitar y conocer los lugares donde ha nacido y
crecido la vocaciòn de p. Ottorino y el orìgen del carisma. En la oraciòn y en el compartir, ellos tambièn, a pesare da las lenguas diferentes, comienzan a sentirse màs hermanos.
Recordamos asì que, ademàs de los 24 religiosos capitulares (y entre ellos està p. Aldo, presencia que nos da honor, trantando de que no sea de peso para èl), estàn presentes dos Hermanas en la Diaconìa (Elisabetta y Paty), dos parejas de Amigos de Guatemala, una pareja y una Amiga de Brasil, tres Amigos argentinos y dos italianos. Asì toda la Familia està representada, lista
para enfrentar con valentìa y en profundidad el tema principal del diaconado y lo que el Espìritu querrà sugerir a los participantes.
Para darle voz al Espìritu, esta noche vamos a subir al santuario de la Virgen del Còvolo, a unos 800 metros de altura, donde viviremos 3 dìas de ejercicios espirituales para empezar con el ànimo mejor la aventura que nos espera.
Estamos seguros de que muchos rezan silencio y constantemente para nosotros, y nosotros nos sentimos cercanos con las comunidades de donde venimos.
Empeño de Vida Julio 09
Familia del Padre Ottorino
Guatemala
AMIGOS
En la
DIACONÍA
Julio 09
Mientras tanto, María conservaba estas cosas
y las meditaba en su corazón (lc.2-19)
El nacimiento de Jesús había acontecido en un contexto que en la lógica humana poco convenía a la llegada del Hijo de Dios. María lo había dado a luz lejos de su casa, mientras estaba de viaje para cumplir con un deber burocrático. Sólo José estaba allí para vivir junto a ella en la fe las molestias y la alegría de ese evento. Nada dejaba transparentar la grandeza de lo que había acontecido de modo que alguien pudiese darse cuenta. Solamente algunos pobres pastores, que estaban allí en la cercanía, habían tenido ojos y corazón para ver una luz y dejarse llevar por el deseo de conocer aquel signo venido de lo alto, “un niño envuelto en pañales, que yace en un pesebre” (Lc 2,7). Es con ellos que María y José comparten la grandeza de ese misterio, frente al cual dice Lucas “Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”. También nosotros, que como Familia del Padre Ottorino, estamos celebrando en este mes de julio nuestro VIII Capítulo, queremos vivir con el Empeño de Vida esta actitud de María de conservar y meditar en el corazón lo que Dios ha realizado y continúa realizando en nuestra historia familiar. Nos dice el Padre Luigi: “María aparece como el modelo de quien, dejándose guiar por el Espíritu Santo, acoge y conserva en el corazón – como una buena semilla – las palabras de la revelación, esforzándose por comprenderlas lo mejor posible para penetrar en las profundidades del misterio de Cristo”. Se trata para nosotros de vivir aquella dimensión de la contemplación de Jesús sacerdote siervo, sin la cual se entibia nuestra pasión por Dios y su Reino. Nunca podemos darla por supuesta porque debe ser alimentada en nosotros momento a momento como indispensable punto de referencia de todo lo que pensamos, sentimos, proyectamos, hacemos. La tentación de no tenerla en la debida cuenta es tremenda, nos dice el Padre Ottorino. Tampoco él estuvo exento de ello (ver texto a parte). También para nosotros hay siempre muchas cosas por hacer y se termina creyendo que las hacemos solos. Por el contrario hace falta saber mirar la lámpara del Santísimo y dejar que él obre en nosotros. Así fue para el Padre Ottorino y así es y será también para nosotros, su Familia. También este nuestro Capítulo será obra suya.
Guatemala
AMIGOS
En la
DIACONÍA
Julio 09
Mientras tanto, María conservaba estas cosas
y las meditaba en su corazón (lc.2-19)
El nacimiento de Jesús había acontecido en un contexto que en la lógica humana poco convenía a la llegada del Hijo de Dios. María lo había dado a luz lejos de su casa, mientras estaba de viaje para cumplir con un deber burocrático. Sólo José estaba allí para vivir junto a ella en la fe las molestias y la alegría de ese evento. Nada dejaba transparentar la grandeza de lo que había acontecido de modo que alguien pudiese darse cuenta. Solamente algunos pobres pastores, que estaban allí en la cercanía, habían tenido ojos y corazón para ver una luz y dejarse llevar por el deseo de conocer aquel signo venido de lo alto, “un niño envuelto en pañales, que yace en un pesebre” (Lc 2,7). Es con ellos que María y José comparten la grandeza de ese misterio, frente al cual dice Lucas “Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”. También nosotros, que como Familia del Padre Ottorino, estamos celebrando en este mes de julio nuestro VIII Capítulo, queremos vivir con el Empeño de Vida esta actitud de María de conservar y meditar en el corazón lo que Dios ha realizado y continúa realizando en nuestra historia familiar. Nos dice el Padre Luigi: “María aparece como el modelo de quien, dejándose guiar por el Espíritu Santo, acoge y conserva en el corazón – como una buena semilla – las palabras de la revelación, esforzándose por comprenderlas lo mejor posible para penetrar en las profundidades del misterio de Cristo”. Se trata para nosotros de vivir aquella dimensión de la contemplación de Jesús sacerdote siervo, sin la cual se entibia nuestra pasión por Dios y su Reino. Nunca podemos darla por supuesta porque debe ser alimentada en nosotros momento a momento como indispensable punto de referencia de todo lo que pensamos, sentimos, proyectamos, hacemos. La tentación de no tenerla en la debida cuenta es tremenda, nos dice el Padre Ottorino. Tampoco él estuvo exento de ello (ver texto a parte). También para nosotros hay siempre muchas cosas por hacer y se termina creyendo que las hacemos solos. Por el contrario hace falta saber mirar la lámpara del Santísimo y dejar que él obre en nosotros. Así fue para el Padre Ottorino y así es y será también para nosotros, su Familia. También este nuestro Capítulo será obra suya.
LA PALABRA DEL PADRE OTTORINO
La Virgen maestra de espíritu
María, mediadora de las gracias, la que nos lleva a Jesús, que nos lleva al altar, que nos enseña a amar al Señor, que nos enseña a cumplir la voluntad del Señor. Un peligro para todos, en nuestros días, es el de trabajar sólo de forma “horizontal”: es una tentación tremenda. No les escondo que, al inicio de mi sacerdocio, ésta ha sido para mí una tentación tremenda porque uno veía muchas cosas por hacer y terminaba creyendo que las hacía solo. Por el contrario hace falta mirar la lámpara del Santísimo y decir: “Somos dos y yo soy enviado por él…”. Después de muchos años de sacerdocio me he convencido, queridos míos, que la obra apostólica es de Dios. La nuestra es una acción sobrenatural, una acción con Dios, una acción de Dios, toda de Dios. Es necesaria también nuestra acción, completamente nuestra, pero es siempre una acción de Dios.
(Padre Ottorino)
COMO VIVIR,ENTOSES,LA PALABRA DEL "Empeño de Vida" DE ESTE MES
Acompañar durante todo el tiempo del Capítulo a los representantes reunidos en Vicenza con tiempos Prolongados de oración frente al Santísimo, personalmente o en grupo.
sábado, 11 de abril de 2009
felices pascuas de resurrección... ALELUYA... ALELUYA...

Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.«¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?» «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua. »Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda.Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
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